La llegada de un hijo con Síndrome de Down no es motivo de tristeza,
es un motivo de alegría, de desafío y de constante aprendizaje.

¿Te cuento sobre mi?

Mi pasión: lograr una sociedad inclusiva, mi trabajo: mostrar una realidad desconocida para muchos desde una mirada positiva, y cómo: acompañando a las familias, capacitando a profesionales y creando materiales para ayudar a quienes necesiten ayuda en su proceso de autonomía.

 

Estudié enfermería en la Universidad de los Andes (2003). Desde entonces he trabajado en el mundo pediátrico. En primer lugar, porque me encantan los niños y el mundo en que cada uno vive; y ,en segundo lugar, porque el trabajar con niños permite involucrarme y trabajar con las familias, pudiendo contribuir a una mejor calidad de vida para todos.

 

Por diferentes circunstancias, la vida me fue llevando a trabajar por más de diez años con niños y adolescentes con necesidades especiales de atención en salud (NANEAS) donde tuve la oportunidad de acompañar a muchas familias en este camino desconocido y a la vez desafiante.

EXPERIENCIA

 

Entre el 2004 y 2007, trabajé en el servicio de pediatría del Hospital de la Red de Salud UC Christus, mi primer acercamiento al mundo de los niños hospitalizados, luego de eso, estuve viajando por un tiempo y me fui de voluntaria a la India a trabajar a una de las casas de acogida las Misioneras de la Caridad, en donde se atendían niños con discapacidad, llamada “Daya Dan”.

 

A mediados del año 2008 ingresé a trabajar al servicio de lactanctes del Hospital Luis Calvo Mackenna y posteriormente a fines del 2009 hasta el 2019, volví a la Red UC Christus pero esta vez al área ambulatoria pediátrica donde tuve la oportunidad de coordinar el programa de seguimiento de niños y adolescentes con necesidades especiales de atención en salud, entre otras varias cosas.

 

DE LA ENFERMERÍA
AL DESAFÍO DE SER MADRE

 

Durante todo este recorrido descubrí una verdadera pasión y un deber de mostrar al mundo las capacidades infinitas que tienen los niños y adolescentes con necesidades especiales y la enorme contribución que son para nuestra sociedad, pero jamás me imaginé que me estaba preparando para recibir a mi propio hijo.

 

Luego de tener a la Amalia y la Clara, tuve a Max, mi tercer hijo, que tiene Síndrome de Down. Esto me ha permitido ver la otra cara de la moneda, esta vez no desde la enfermería, sino desde el lado de la familia, validando los diferentes sentimientos del proceso de vivirlo en el día a día.